lunes, 7 de febrero de 2011

Retomando algo que casi permanece en el anonimato

El día ha trascurrido como de costumbre. Me he levantado por la mañana, he desayunado deprisa y corriendo y me he apresurado en llegar a clase.

Una vez más me ha tocado a aguantar a gente con la que tengo más paciencia de lo normal. Tanto profesores, como alumnos como gente que se creé que son mis amigos. Me siento verdaderamente afortunado por haber conseguido salir una hora antes, como cada lunes.

Tengo la extraña sensación de que el que escribe estas letras no se trata si no de la parte más reprimida de mi conciencia. Una parte de mí que quiere salir a gritos y acabar con todo aquello injusto en el mundo. ¿Pero que es justo?

Ni siquiera esa pobre mariposa que vuela en estos mismos momentos sobre las flores sabe que apenas le quedan 24 horas de vida. Ni siquiera el cordero sabe que muy pronto llegará el lobo para arrebatarle su vida.

Pero bueno, no estoy aquí para hacer de héroe. Si no para colgar algo de lo que verdaderamente me siento orgulloso de escribir. Espero que os guste.




La luna se posaba sobre aquella ciudad repleta en cascos antiguos. No había ninguna nube que amenazara con lluvia, ni siquiera el viento era lo suficientemente agresivo como para  ocultar el calor que azotaba Salamanca aquellos días.

La plaza se mantenía en silencio, iluminada por tantos focos como englobaban sus arcos y expectante a que el reloj marcara las cinco y su sonar acabara con ese silencio. Y lo hizo, fue tan solo unos segundos más tarde cuando comenzó a hacerlo.

Primero una, luego otra,… y con cada campanada se escuchaba de fondo el golpear del acero. Se escuchaba un tanto lejano pero no lo suficiente como para ser ignorado. Apenas a unos escasos metros, en una de las calles principales se podía observar como la sangre teñía la piedra del suelo bajo aquellos arcos.

Dos siluetas combatían a muerte por su supremacía. Dos figuras irradiantes de oscuridad las cuales cruzaban sus miradas furiosas.

El primero tenía unos grandes dientes los cuales no cesaba de mostrar desafiantes. No vestía más que unos pantalones vaqueros y su cabello de un potente tono grisáceo  recorría sus hombros. Sus manos empuñaban sin pausa aquella gran espada de hoja negra y su cuerpo torso desnudo no parecía sentir el dolor de aquellas heridas que no dejaban de sangrar.

En cambio el segundo disponía de una belleza sobrenatural. Vestido como si viniera de algún glamuroso encuentro de varones y con una gran cola que emergía de sus pantalones. Su cabello era de un dorado apagado, y a diferencia del arma de su oponente la espada que caía desde su mano demostraba más ligereza.

Una sonrisa de dibujó en el rostro del segundo demonio, una sonrisa que mostró dos pequeños hoyuelos a ambos extremos de su boca. Una gota de sangre emergió entre sus labios y se lanzó al suelo a gran velocidad.

Antes de que esta estallara contra el suelo las dos siluetas se acercaron a gran velocidad. Sus espadas chocaron de nuevo formando un estruendo solo ocultado por la última campanada. La fuerza de la espada pesada venció a la otra obligando a su oponente a dejar caer su brazo ante tan inmensa fuerza.

El demonio de los cuernos torcidos recibió el impacto de la pierna de su enemigo provocándole que saliera disparado hacia el otro extremo de aquel pasaje.

Hubiera salido disparado una gran distancia más, al menos si su cuerpo no hubiera girado en el aire y sus manos no hubieran clavado sus uñas en el sueño formando una gran grieta acorde con el recorrido empleado en el frenado.

De nuevo sonrió aun con la sangre recorriendo su barbilla. No tenía arma alguna pero eso no le importó. La silueta de su enemigo se movió a una velocidad sobrehumana en dirección a él pero fue en aquel preciso momento cuando los ojos del demonio tornaron rojos y este se detuvo paralizado segundos antes de que el  arma rebanara su cabeza.

Él se levantó y se acercó a su enemigo. Caminó alrededor de él mientras le miraba de arriba hacia abajo. Después se detuvo frente a él con un rostro tan serio que cualquier humano habría salido despavorido ante su mirada.

-Puedes hacerlo-dijo aquella voz penetrante.

Como si fuera su esbirro el otro demonio dejó caer su espada y abrazó al que había sido su enemigo. Acercó sus labios y antes de que se pudiera dar cuenta su lengua se introducía en la boca de ahora la criatura por la que su cuerpo anhelaba acariciar.

“Un fuerte quejido emergió de la boca del nuevo demonio desarmado, la rodilla de su oponente le había golpeado en la entrepierna y ahora salía de aquel trance. Antes de que pudiera reaccionar, el demonio de los cuernos torcidos cogió su arma y le partió a la mitad.”

-¡Ah!-grité despertándome de golpe en mi cama minutos antes de que mi despertador retumbara en mis oídos-¡Qué asco!

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