lunes, 14 de febrero de 2011

Forma parte de mí

Hoy me desperté sin poder recordar lo que había soñado. De nuevo me sentía cansado y como cada mañana mi gata me observaba desde mi mesa escritorio. El vaso donde guardaba la infinidad de pilots de colores había caído al suelo y los pilots ahora giraban en dirección a mi cama.


Ella no se inmutó, tan solo me miraba con esos ojos tan azules como el zafiro sin inmutarse, intento disimular lo que había hecho. Entonces la fulminé con la mirada y antes de sentir ganas locas de ir al baño noté como protestó con un leve maullido quejándose por que la luz de mi cuarto había hecho desaparecer la oscuridad que hasta hace poco lo invadía.


Bueno hoy ha sido un día normal. Otra mañana en clase, otra tarde en casa....
Hoy os contaré algo muy importante para mí, algunos pensarán que estoy loco... ¿Pero quien no está loco en esta vida? Si eres normal... menudo aburrimiento :P




El agua, tanto el mar como el río. Todo aquello en lo que te puedes bañar. Zambullir,... bucear. ¿Qué es para mí? ¿Qué es lo que siento?


Cuando siento las olas golpear mis pies siento un suave cosquilleo que recorre todo mi cuerpo (dejando aparte el que sean frías o calientes) como mi cuerpo se estremece ante solo el tacto de la arena de playa, húmeda y embarrada introduciéndose a través de los dedos de mis pies.


Pero cuando me encuentro entre las aguas de la playa (considero que el mar es alejarse de la orilla, y en este punto sigo haciendo pie) tengo la necesidad de marcharme de allí, de alcanzar el horizonte que se dibuja al final, donde aquel trasatlántico desaparece en la lejanía aclamando con su último claxon el adiós.


Y entonces lo hago me zambuyo en el interior de ese agua salada que tan malos recuerdos te da con tan solo saborearla. Y abro los ojos incluso sabiendo que sin gafas la sal los va a quemar, pero tengo la necesidad de ver como el agua borrosa me muestra su camino con pequeñas olas de arena, como si me encontrara en el interior de una tormenta del desierto. Pero ahora pensemos que tengo gafas y puedo discernir el paisaje ante mis aleteos (digo aleteos por mi forma de bucear)


Al principio solo se ven pequeñas rocas y conchas que se han quedado estancadas entre ellas, pero según vas avanzando ver maravillas. Algas que ondean de un lado a otro, peces que intentan esquivarte para que no puedas tocarlos, rocas en una profundidad que solo puedes alcanzar si subes a la superficie para coger más aire y lo que más me gusta, objetos perdidos que permanecen en el olvido.


Y entonces salgo y me doy cuenta de que he pasado el limite que yo me había propuesto. Que desde allí la playa se ve inmersa en sombrillas donde no puedes encontrar la tuya y que por más que quiera seguir buceando a las profundidades cada vez siento más frío y la necesidad de volver a tierra firme.


Lo medito, lo pienso y entonces decido a nadar. Paso por debajo del nadador profesional que decide marginarse del mundo para entrenarse, y con mucho esfuerzo consigo llegar hasta la orilla. Clavo mis rodillas en la arena y jadeo cansado por mi trabajoso recorrido. Mientras mi mente piensa... mañana me alejaré más.


Siento que el agua forma parte de mí, siento que mi vida comienza cuando me encuentro en ella y lo que más miedo me da ¿Qué pasaría si no pudiera parar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario